
Nos dicen que ya no importa lo bueno que seas, que solo lo rápido que puedas aprender te hará mantenerte en la cresta de la ola. Muy lógico, en un contexto de cambio como el actual. Una única pega: ¿Cómo sacar tiempo para formarte en el trabajo cuando la carga de tareas nos tiene la agenda a punto de explotar?
No dudo de que quien no suba al carro del aprendizaje continuo, no dará la talla. Y tampoco de que, para hacerlo, no queda otra que aprender a formarte mientras trabajas.
Sí, hay que aprender a “estudiar” en el trabajo, pero de un modo diferente al que acostumbramos.
Ya no puedes esperar ese curso que tal vez llega tarde o que defrauda tus expectativas. O que no puedes atender del todo, porque te llaman mil veces mientras estás en clase. O ese otro al que te da terror dedicar tiempo, porque tiene como efecto colateral cientos de mensajes acumulados en tu bandeja de entrada.
Tenemos que recuperar un aprendizaje más informal que se entiende como una responsabilidad compartida entre el profesional y su empresa, poniendo de nuestra parte más empuje, más curiosidad y más capacidades autodidactas. Y pidiendo a nuestra empresa más contexto, más espacio, más herramientas especializadas y más proyectos colaborativos.
Porque hay mucho aprendizaje en el día a día cuando se aprende a sacarlo a flote. Tres ejemplos:
Tres ejemplos para formarte mientras trabajas
1. Se aprende a solas con tu navegador
Aprendes cuando decides que ya no tienes por qué quedarte ni con dudas ni con carencias. Todo está en Google (y en Youtube, si lo que prefieres es que te lo muestren). El navegador es la primera y más versátil “herramienta de aprendizaje” de la era digital.
Como todos sabemos usarlo, el reto está en aprender a seleccionar los recursos y herramientas que pueden ayudarte a ese microaprendizaje diario, que consiste en no quedarse con nada en el tintero, aprovechando las oportunidades de aprendizaje que aparecen por doquier en Internet.
2. Se aprende de tus compañeros
Se nos han olvidado aquellos tiempos en los que aprender un oficio consistía en pegarte al maestro, para poco a poco ir recibiendo encargos hasta soltarte. Ahora nos pegamos poco a la gente, porque nos levantamos poco de la mesa, enfrascados como estamos en enviar cientos de correos. Y escuchamos entre poco y nada, más pendientes como estamos de ese hueco en la conversación que nos permite meter baza.
Hay mucho conocimiento a nuestro alrededor, aunque no solemos reparar en ello. Comenzar a valorar a los compañeros, observando y tratando de aprender de ellos, es un buen salvoconducto para conservar tu empleo en la era digital. Los expertos apuestan por este tipo de aprendizaje y lo llaman peer-to-peer learning.
3. Se aprende en las redes sociales
El aprendizaje no solo proviene de interacciones físicas. Se puede aprender mucho sin conocer personalmente a quien te enseña. Y no me refiero solo a los cursos online, sino al seguimiento y a la conversación (si llega el caso) con expertos a través de las redes sociales.
Yo aprendo mucho en Twitter o en Linkedin. Cuando se trata de buscar una persona de referencia, los hashtags (#) añadidos a tus temas de interés en el buscador de cada red te llevarán directo y sin esfuerzo hacia personas y grupos donde es imposible que no encuentres lo que buscas.
Hay mucho conocimiento y mucha generosidad en las redes. Se comparten desde tesis doctorales y libros en formato pdf hasta píldoras formativas en vídeos de un solo minuto.
Estos son solo tres ejemplos. Hay muchos más.
El reto hoy es creer que es posible formarte en el trabajo. Y ponerle foco buscando oportunidades a la medida de cada contexto y de cada tipo de actividad. Porque hacerlo tal vez sea la única forma de dar la talla en esa nueva habilidad profesional, relacionada con la capacidad de aprender de todo y de todos, que las empresas han visto de forma clara y que comienza a valorar por encima de otras. Learnability la han llamado.
Como consecuencia de lo anterior, suben puntos quienes se suman encantados a tirar del carro de su propia formación. Y también a colaborar con otros, a dar y recibir comentarios y a participar en grupos de trabajo en los que tienen ocasión de intercambiar experiencias y compartir conocimientos.
Reconozco que quizás tengas que “educar” a tu jefe. Pero eso daría para otro artículo.
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